Crecí en Quilpué (en la Región de Valparaíso) y pasaba muchas horas del día con mi perro Rinty, el nombre se lo di cuando tenía dos años, así que no hay forma de saber cómo se me ocurrió (si lo sabes, dímelo); mi abuela Irma que me enseñó a coser a mano, a armar puzles y a dormir siestas; y el montón de chatarra que acumulaba mi padre para futuros proyectos, los que me llenaron de tardes de juegos en aventuras al estilo de las 3 mellizas (si no la viste, hazlo).